Por Eric
Muñiz de la Rosa
(A modo
de preámbulo: Es necesario señalar que Adriana Ochoa y Alfredo Narváez Ochoa
son primos en tercer grado; por razones personales Adriana, nacida en un rancho
cercano a Matehuala, adoptó el apellido de su madre y es el único que utiliza.
Su padre, un indígena de ascendencia posiblemente chichimeca o huachichil, fue
un soldado raso analfabeta. Por lo tanto, el parentesco que los une es por
parte de las madres de ambos.)
Como si
estuviera libre de los pecados que acusa, Adriana Ochoa, editora de los diarios
Pulso, San Luis Hoy y Huasteca Hoy, suelta una serie de supuestos hechos a los
que les faltó el periodístico requisito de la objetividad y la verdad aportando
datos duros y no meros chismes sin nombres que parecen ser puras invenciones.
En una
de sus columnas La Cábala, suelta una sarta de nada sustentados ejemplos sobre
la “engorda” de la nomina en la administración del gobernador Fernando Toranzo
Fernández.
En toda
su columna, esta supuesta periodista solo menciona supuestos casos de supuestos
individuos en supuestos cargos en supuestas dependencias. Al final, todo queda
en eso, en datos espurios que no tienen cabida en el periodismo verdadero.
Inicia
su insustancial diatriba con el improbado caso de “el acomodo del hijo del
director de un medio de comunicación en algún cargo de su dependencia, el que
fuera, ‘a ver si así ya deja de madrearnos’ ”.
Y con un
golpe de pecho, como beata en olor de santidad, Adriana plasma en seguida—como
jaculatoria—la frase: “Vaya política de medios”. Como si ella no fuese parte de
esos pútridos medios que buscan acomodo para amigos y familiares en
dependencias oficiales, o para si misma.
La
editora desoye la norma periodística de escribir objetivamente. “Sin
objetividad, lo publicado es solo un chisme”, nos dice Siegfried Mandell en su
libro de texto Periodismo Moderno (Modern Journalism).
¿Por qué
no mencionó el nombre del director, del supuesto hijo y del diario?
Soltando
“borregos” como los que suelta Adriana en su columna, yo podría escribir—y
publicar—que, quien acomodó a un hijo en alguna dependencia oficial fue “el más
feo de los diputados”, y lo único que lograría es que en la próxima sesión los
diputados se la pasaran comparándose unos con otros.
Adriana
continua con sus improbados ejemplos con lo siguiente: “Un derrotado candidato
a alcalde se ganó un puesto bien remunerado”. Pero ni da el nombre del
“derrotado candidato”, ni dónde logro colocarse.
En el
periodismo se le llama al pan, pan y al vino, vino. O se hace una denuncia
clara, sin enigmas a despejar, o no se escribe nada, pues nada se logra con
espejismos descritos a medias. En el periodismo no caben las suposiciones.
Sin
embargo, en su columna Adriana sigue con su verborrea de etéreas y
fantasmagóricas acusaciones: “Otro personaje de los medios que encasquetó a
tres o cuatro 'protegidas' en una secretaría y una docena de amigos en otras
dependencias”.
¿Quién
es ese otro personaje de los medios y quiénes son esas tres o cuatro protegidas
y quiénes completan la docena de amigos? ¿Cuáles son las dependencias?
Otros
referidos de Adriana se nos antojan igualmente simples y llanas mentiras,
inventos, como lo siguiente: “La amiga inempleable y sin escolaridad pero
relacionada ‘con gentes (sic) cercanas al doctor’, que agarró mando medio en un
giro todavía incomprensible para ella, o la señora de algún nuevo don
Chinguetas que de fregar pisos en su casa saltó a cargo directivo. Y otro
sufrido secretario que le contaba a un amigo su pesar por la tarea de 'colocar'
en su ministerio a tal o cual este personaje, cuál más cuestionado, cuál más
impresentable o cuál más lastre, porque todos eran ‘compromisos de campaña’ ”.
¿Acaso,
en su mente de supuesta editora, Adriana no se da cuenta que, aparte de que lo
espurio es anti periodístico y que también no conduce a nada?
Pero eso
no es lo peor, lo peor es la cachaza de Adriana por “denunciar” la percibida
corrupción en la administración de Fernando Toranzo cuando ELLA es parte de una
peor corrupción. Aún peor, porque pretendiendo ser periodista, y ¡maestra de
periodismo! falta de la manera más inmoral a los preceptos más sagrados del
periodismo, más aún, haciéndolo de esta hipócrita manera.
También
hay que recordarle que ella es también parte indirecta del engorde de la nómina
del gobierno, ya que su sueldo se le paga del chayote gigante de las gacetillas
que “sus” tres diarios publican anti periodísticamente como notas, ya que sus
diarios sin el chayote son insolventes, los tres diarios de Mival no podrían
sostenerse con la única—inmoral, por cierto—publicidad que tienen, que es la
que les pagan las prostitutas, prostíbulos y clínicas de abortos, que se
anuncian descarada e inmoralmente en el diario San Luis Hoy.
Que ella
ha recibido miles, miles de pesos en “sobres de fin de año”, que ella ha
aceptado anti éticas invitaciones a comer de gobernadores, que ha recibido
miles de pesos en diversos contratos con el gobierno, que ella recibe
“comisiones” de los negocios directos que ella hace con gobiernos para publicar
esto o aquello.
¿Cuándo
publicó ella algo sobre los ilegales regalos de plumas de lujo, trajes,
despensas familiares y carteras que recibieron sus reporteros?
Peor
aún, después de hacerse público lo anterior ella no levantó un dedo para
despedirlos ¡Siguen trabajando en Mival!
Hipócritamente
Adriana habla de una nómina obesa, cuando escribió “las historias de los nuevos funcionarios del
gobierno estatal ahí están, son reales”.
Lean
ustedes los agravantes insultos que esta moralista de pacotilla lanza a diestra
y siniestra, eso si, rebotándole todos a ella y a sus subordinados: “padres que
colocan a sus hijos galletones en empleos bien remunerados; esposos que
gestionan 'acomodo' a sus semialfabetizadas esposas; Fouchés de huarache; Mata
Haris de escote abracadabrante, manicure francés y hazañas en Facebook;
lambiscones profesionales de baba espesa y pajarracos del más grosero plumaje
en el aviario político". De repente, como que está describiendo a sus
reporteros, pero más que nada a ella misma.
Pero aún
hay más, Adriana tuvo la cobardía de no mencionar nombres, quizás para evitar
una pedrada furtiva en la vía pública, o ya de menos una mentada de madre, pero
también hizo gala de su acostumbrada hipocresía al no admitir que muchos
periodistas contribuyen a la engorda de la nómina.
Y no
solamente por el beneficio indirecto que muchos periodistas reciben del erario,
sino también esos que reciben cheques como "aviadores" en muchas
dependencias oficiales, empleados de sus mismos diarios, quepa la aclaración,
pues a resultado de la grilla política potosina, nos dimos cuenta que el monero
de Pulso, Alfredo Narváez Ochoa, pariente, por cierto de ella (Adriana Ochoa),
es uno de ellos.
Siguiendo
con su hipocresía, dice Adriana en su columna que “duele el bolsillo, como
contribuyente, en qué gastan el dinero organismos perfectamente prescindibles,
sea por inútiles o por duplicidad de funciones [...] El contribuyente está
harto de pagar los sueldos, altísimas prestaciones y aguinaldos de 90 días a
una casta parasitaria cuyos méritos laborales o profesionales ni siquiera están
claros”.
¿Parásitos?
el burro hablando de orejas.
Ya en
otras ocasiones he escrito sobre estas metidas de pata de Adriana, ¿qué acaso
no se da cuenta que ella y sus subordinados son parte del problema? Para
criticar sus escritos de auto balazos, he empleado las frases “escupir para
arriba”, “efecto bumerang” y “techo de cristal”.
(Nota
adicional: Ya he preguntado con anterioridad ¿Cómo es posible que esta mujer,
que obviamente no sabe ni un comino de lo que es periodismo sea MAESTRA de
periodismo en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí?